A su regreso de un viaje, Tintín y Haddock se enteran de que Tornasol ha partido para Sildavia y les pide reunirse con él. Una vez llegados a su destino, una base de investigaciones atómicas escondida en el corazón de las montañas, Tornasol les informa.



Ha sido invitado a dirigir las investigaciones atómicas, tras encontrar el gobierno sildavo ricos yacimientos de uranio. A partir de ello preparará un cohete lunar propulsado con un motor atómico, con la intención de partir a la luna con ellos. Muy a pesar suyo, Tintín y Haddock aceptan acompañarlo. Mientras tanto, misteriosos oponentes tratan de sabotear su plan. El cohete de prueba es desviado gracias a un espía, tiene lugar una tentativa de robo de los planos... A pesar de todo, el proyecto avanza y un buen día, el cohete despega en dirección a su objetivo: La Luna.



Esta obra empezó a publicarse en el semanario Tintín a partir del 30 de marzo del año 1950, diecinueve años antes de la llegada del hombre a la luna. No se trata de ciencia ficción sino de una anticipación tan precisa como le fue posible. Hergé entró en contacto con el doctor Bernard Heuvelmans, autor del libro L'homme parmis les étoiles (El hombre entre las estrellas), especialista en el tema, que colaboró con el equipo. Se realizó una maqueta extraordinaria del cohete, que fue sometida a la aprobación de Ananolf, autor del libro La astronáutica. Era enteramente desmontable y le permitía en todo momento al joven Bob de Moor, responsable principal de los decorados, saber en qué lugar de la nave espacial se encontraban los personajes. Hergé tiene la gracia de dar un tono humorístico a todas las escenas de explicaciones científicas que podrían aburrir al lector. Así, cuando Wolf y Tornasol explican elementos mas o menos complicados, allí está el capitán Haddock para hacer saltar la sonrisa con sus réplicas.